MIS OPINIONES

jueves, 21 de julio de 2011

La amistad en tiempos de revolución: Belgrano y San Martín

Por Juan Marcelo Calabria - Asociación Cultural Sanmartiniana 
“Mi Tebaida”
Es muy difícil determinar cuándo comenzó, o cual fue el primer contacto que tuvieron los dos hombres más grandes que ha dado nuestro país. Pero sí podemos asegurar que desde la llegada al Río de la Plata del, entonces, teniente coronel José Francisco de San Martín, Manuel Belgrano se interesó por conocerlo.

Así el 25 de setiembre de 1813 Belgrano le escribía: "¡Ay! Mi amigo? Y ¿qué concepto se ha formado usted de mí? Por casualidad o, mejor diré, porque Dios ha querido, me hallo de general, sin saber en qué esfera estoy. No ha sido esta mi carrera y ahora tengo que estudiar para medio desempeñarme, y cada día veo más y más las dificultades de cumplir con esta terrible obligación".

Quizás la comunicación comenzara mucho antes de esta fecha; sabido es que San Martín venía aconsejando al General Belgrano sobre las distintas técnicas de guerra y la eficacia de unas armas sobre otras, en especial sobre la conveniencia de la formación de un cuerpo de lanceros en el Ejército de su mando.

En medio de estas instrucciones, enviadas por el futuro libertador de América al creador de la Bandera, se producirán las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, que motivarán esta nueva comunicación del hombre de mayo hacia el jefe de los granaderos a caballo: "No siempre puede uno lo que quiere, ni con las mejores medidas se alcanza lo que se desea: he sido completamente batido en las pampas de Ayohuma cuando más creía conseguir la victoria; pero hay constancia y fortaleza para sobrellevar los contrastes y nada me arredrará para servir; aunque sea en la clase de soldado, para la libertad e independencia de la patria... lo pedí a usted desde Tucumán, no quisieron enviármelo; algún día sentirán esta negativa".

Finalmente las ansias de Manuel se cumplieron y celebraba en sendas cartas del 17 y 25 de diciembre de 1813, respectivamente la cercanía de su, ya para entonces, "entrañable amigo", escribiendo: "No sé decir a usted lo bastante cuánto me alegro de la disposición del gobierno para que venga de jefe... Vuele usted, si es posible; la patria necesita de que se hagan esfuerzos singulares y no dudo que usted los ejecute según mis deseos, para que yo pueda respirar con alguna confianza y salir de los graves cuidados que me agitan... Crea usted que no tendré satisfacción mayor que el día que logre tener la satisfacción de estrecharlo entre mis brazos y hacerle ver lo que aprecio el mérito y honradez de los buenos patriotas como usted".

Y más adelante, en la nueva comunicación Belgrano sentenciaba: "Porque estoy firmemente persuadido de que con usted se salvará la patria y podrá el ejército tomar diferente aspecto: soy solo; esto es hablar con claridad y confianza: no tengo ni he tenido quien me ayude y he andado los países en que he hecho la guerra como un descubridor, pero no acompañado de hombres que tengan iguales sentimientos a los míos, de sacrificarse antes que sucumbir a la tiranía porque la América aún no estaba en disposición de recibir los grandes bienes de la libertad e independencia; en fin mi amigo, espero en usted un compañero que me ilumine, que me ayude y quien conozca en mí la sencillez de mi trato y la pureza de mis intenciones, que Dios sabe no se dirigen ni se han dirigido más que al bien general de la patria y sacar a nuestros paisanos de la esclavitud en que vivían En fin mi amigo, hablaría más con usted si el tiempo me lo permitiera; empéñese usted en volar, si le es posible, con el auxilio, y en venir a ser no sólo mi amigo, sino maestro mío, mi compañero y mi jefe si quiere; persuádase que le hablo con mi corazón, como lo comprobaré con la experiencia constante que haga de la voluntad con que se dice suyo... Manuel Belgrano".

Finalmente, luego de una larga travesía llegaba San Martín al Norte y luego del inmortal y famoso abrazo que se dieron ambos amigos en la Posta de los Algarrobos - no en Yatasto como tradicionalmente se ha afirmado - se alojaron en la estancia de las Juntas, propiedad de Manuel José Torrens y a partir de allí compartirán un corto, pero sin duda muy interesante tiempo al frente del casi desaparecido Ejército del Norte.

Durante estos meses ambos líderes lograran intercambiar experiencias y conocimientos; transmitiendo, el uno, todo lo aprendido en una guerra sin recursos y una revolución altisonante, pero ininterrumpida desde el grito de Mayo del que fue protagonista y artífice; el otro todo su saber y profesionalismo obtenido luego de servir más de 20 años en los ejércitos europeos; pero lo más significativo es que en estos pocos días que Belgrano y San Martín compartirán en el frente norte de la guerra por la independencia, forjarán una amistad y admiración mutua que perdurará por siempre.

Lamentablemente la política porteña y las decisiones de los "hermanos" masones obligarán al General Belgrano a rendir cuentas de sus derrotas en Buenos Aires, pese al insistente pedido de San Martín al gobierno, para que permitieran al vencido general Belgrano quedarse en aquel destino a su lado.

A partir de allí los caminos de uno y otro se bifurcan, pero nunca dejarán de mantener estrecha comunicación, y de manera constante se presentarán ocupados y preocupados, cada uno en su destino revolucionario, pero siempre conectados por el bien de la patria grande: América.

Belgrano se convertirá a partir de aquel encuentro en un sincero consejero y no dudará en marcar a San Martín su opinión en aquellas decisiones que consideraba podían tener un resultado distinto al esperado; así, por ejemplo, ante la iniciativa de San Martín de permitir los duelos entre los oficiales, Belgrano le señaló lo inconveniente de esta medida en especial teniendo en cuenta la injerencia de los preceptos religiosos en los pueblos de su mando.

De ese modo, ésta y muchas otras sugerencias serán escuchadas por José y ambos sostendrán de manera pública y privada la admiración que uno y otro se profesaban, la que se resume en el concepto que tenían uno del otro: para Belgrano, San Martín valía por todo un ejército y muerto aún, podía, como el Cid conducir las huestes a la victoria. En tanto que San Martín, opinaba sobre Belgrano, que aún careciendo de la ciencia de un Moreau o de un Bonaparte "era lo mejor que se tenía en América".

Dos hombres, dos destinos, una causa, una patria? y un legado imborrable de Amistad que solo la muerte del hombre de mayo pudo cortar.

Ambos nos dejaron un Legado de Liderazgo y Patriotismo que debemos retomar y sobre el valor de la Amistad, la unión y concordia construir una nueva Nación.



Fuente : http://www.losandes.com.ar/notas/2010/5/20/opinion-490870.asp

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